Mi destino es la lengua castellana...
me fue dada por la sangre y el azar;
vuelvo a ella con nostalgia y felicidad infantiles.
La música de sus palabras me regresa a Quevedo
y a aquellas áureas tardes llenas de su siglo,
a las noches vacías de realidad en que
la vida se convirtió en un sueño de letras.
Pienso en la tímida siniestra tramando
con sus trepidantes criaturas de grafito
los primeros seres deformes que buscaban
imitar a los habitantes de las páginas y
perpetuar la masa inasible que brotaba
de las bocas de todos —que no veía y que sentía—.
He pasado más tiempo contigo que con las otras,
pero mis labios aún te sienten extraña,
un tanto ajena; eres tan mía como de todos,
y tal vez nunca llegues a ser del todo mía
porque no serás de nadie, tan sólo de ti.
Pero te quiero, te quiero aunque no lo quieras
porque eres la compañía con quien hablo,
de pronto, a solas.
H. B.